martes, 3 de mayo de 2011

FUNDAMENTOS TEÓRICOS DE LA INVESTIGACIÓN EN LAS CIENCIAS SOCIALES

Las ciencias sociales son aquellas disciplinas científicas que se ocupan de aspectos del comportamiento y actividades de los humanos, generalmente no estudiados en las ciencias naturales. Por otra parte, presentan problemas metodológicos propios que no aparecen en las ciencias naturales; las ciencias sociales utilizan una metodología inductiva y deductiva.

Por consiguiente, se destaca que la ciencia social es una empresa del mundo moderno, sus raíces se encuentran en el intento, plenamente desarrollado desde el siglo XVI y que es parte inseparable de la construcción de nuestro mundo moderno, por desarrollar un conocimiento secular sistemático sobre la realidad que tenga algún tipo de validación empírica. Es oportuno señalar, que la llamada visión clásica de la ciencia que predomina desde hace varios siglos, fue constituida sobre dos premisas: una era el modelo Newtoniano en el cual hay una simetría entre el pasado y el futuro, era una visión casi teleológica; la segunda premisa fue el dualismo cartesiano, referida a la suposición de que existe una distinción fundamental entre la naturaleza y los humanos, entre la materia y la mente, entre el mundo físico, el mundo social y el espiritual.

En tal sentido, Hooke (1663) redactó los estatutos de la Royal Society, y su objetivo fue el de “Perfeccionar el conocimiento de las cosas naturales y de todas las artes útiles, manufacturas, prácticas mecánicas, ingenios e innovaciones por experimentos”, agregando la frase: “Sin ocuparse de teleología, meta-física, moral, política, gramática, retórica o lógica”. En este orden de ideas, se destaca que para el comienzo del siglo XIX la división del conocimiento en dos campos ya había perdido el sentimiento de que los dos eran esferas separadas pero iguales, adquiriendo en cambio un sabor jerárquico, por lo menos a los ojos de los científicos naturales, en el inicio del siglo XIX el tiempo de la ciencia fue consagrado por la lingüística.

La necesidad del estado moderno de un conocimiento más exacto sobre el cual basan sus decisiones, había conducido al surgimiento de nuevas categorías de conocimientos desde el siglo XVIII, pero esas categorías todavía tenían definiciones y fronteras inciertas; en este contexto la Universidad revivió a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX como principal sede institucional para la creación de conocimientos.
Así pues, la Universidad revivió y se transformó, la facultad de teología perdió importancia, la de medicina conservó su papel como centro de capacitación, en la de Filosofía y derecho se construyeron las modernas estructuras del conocimiento. La historia intelectual del siglo XIX, está enmarcada principalmente para esa disciplinarización y profesionalización del conocimiento, es decir, por la creación de estructuras institucionales permanentes diseñadas tanto para producir nuevo conocimiento como para reproducir a los productores de conocimientos.

Dentro de esta temática, se hace referencia a los debates en las ciencias sociales desde 1945 hasta el presente, destacándose que después de esta última fecha, tres procesos afectaron la estructura de las ciencias sociales erigida en los cien años anteriores; el primero fue el cambio en la estructura política del mundo, el segundo se refiere al hecho de que en los 25 años subsiguientes a 1945, el mundo tuvo mayor expansión de su población y su capacidad productiva jamás conocida, que incluyó una ampliación de la escala de todas las actividades humanas y el tercero fue la consiguiente expansión extraordinaria, tanto cuantitativa como geográfica del sistema universitario en todo el mundo, lo que condujo a la multiplicación del número de científicos sociales profesionales.

Sin duda, cada una de estas tres realidades sociales nuevas planteaba un problema para las ciencias sociales, tal como habían sido institucionalizadas  históricamente. Por otra parte, se señala que existen consecuencias puntuales que le dan a las ciencias sociales un marco metodológico ideal para encarar los estudios e investigaciones en tiempos de replanteamiento de la modernidad, estas consecuencias son: la validez de las distinciones entre las ciencias sociales, a través de la creación de los estudios de áreas, el grado en que el patrimonio heredado es parroquial, la realidad y la validez de la distinción entre las dos culturas.

En lo concerniente al tipo de ciencia social que se requiere actualmente, se señala lo siguiente: siguiendo el recorrido histórico de la  evolución de las ciencias sociales, se devela que las implicaciones de los debates no son del todo consonantes con la estructura organizacional de las ciencias sociales que se heredan. De este modo, al mismo tiempo que se intenta resolver las incógnitas intelectuales, se tiene que hacer a nivel de su organización, la cual sino es estructurada en razón de criterios de una ética a toda prueba, podría desencadenar una gran influencia sobre el aspecto intelectual que distorsionará cualquier programa o ruta en el cual se aspira llevar las ciencias sociales institucionalizadas.

Por consiguiente, la idea de un cambio o actualización de los valores intelectuales y organizacionales de las ciencias sociales, pasa por una redefinición de categorías en cada región. La perspectiva que se presenta es de dispersión organizacional con una  multiplicidad de nombres, similar a la situación que existía en la primera mitad del siglo XIX, es decir, que entre 1985 y 1945 el proceso de establecimiento de las disciplinas consistió en reducir el número de categorías en las que podría dividirse las ciencias sociales.
En esta búsqueda de una reinterpretación de los valores y principios de las ciencias sociales, persisten tres problemas teóricos-metodológicos centrales entorno a los cuales es necesario construir nuevos consensos heurísticos: Fortalecer la relación entre el investigador y la investigación, reinsertar el tiempo y espacio como variables constitutivas internas y no sólo como realidades físicas invariables dentro de las cuales existe el universo social, superar las separaciones artificiales erigidas en el siglo XIX entre los reinos de lo político, lo económico y lo social.

De allí, que el trabajo coordinado por Immanuel Wallerstein, abrir las ciencias sociales, constituye un esquema general para la creación de escenarios de discusión académica que permite entender con mayor precisión el papel que los investigadores tienen en el contexto de la modernidad, así como la posibilidad de generar nuevas teorías que profundicen las existentes y se concrete un avance, hacia la superación  de obstáculos en ese inmenso mar de complejidades en que está inmerso el mundo civilizatorio.
Es importante destacar, que en el informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, intervinieron opiniones de Juma, Fox Keller, Rocka, Lecourt, Mundimbe, Mushakgi, Prigogine, Taylor y Trouillot; sus aportes no solo muestran la evolución del conocimiento hacia ese plano de organización que hoy se conoce como ciencias sociales, sino que es un claro proyecto de actualización y fortalecimiento del camino, que al criterio de ellos, deberían tomar las investigación en ciencias sociales.

Sin lugar a dudas, lo más importante es que los problemas subyacentes se discutan con claridad, en forma abierta, inteligente y urgente; esta percepción entra en la visión de Miguel Martínez, cuando expresa que el paradigma emergente es la “emergencia” por debatir cómo resolver asuntos e incógnitas propias de la sociedad desde una metodología que valore el lenguaje y la razón de forma sistemática y coherente.
Por lo tanto, el hecho de que el conocimiento sea una construcción social también significa que es socialmente posible tener un conocimiento más válido; y la reestructuración de las ciencias sociales puede ampliar la posibilidad de tomar en cuenta críticas que se le han formulado a la práctica pasada y al construir estructuras que sean más verdaderamente pluralistas y universales. 

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